Subimos al apartamento y tras dejar el equipaje nos dirigimos al supermercado “Iceland” que teníamos al lado. Como no conocíamos las monedas formamos una cola bastante maja, así que es bueno hacerse a ellas cuanto antes. Allí hicimos un gran descubrimiento: las pizzas de perrito caliente. Hasta ahora solo las he visto en Escocia. Entre otros platos que probamos se encontraban el Fish&Chips y los bocadillos de Oink.
Ese día nos limitamos a explorar la zona y visitar uno de los cementerios de Edimburgo, el primero de muchos. El segundo día fuimos a la estación de Waverley Bridge, donde por 21 libras nos sacamos la tarjeta Ridacard con la que podíamos viajar todo lo que quisiésemos en los autobuses Lothian durante toda nuestra estancia.
Al mediodía habíamos reservado un FreeTour para conocer algunos de los secretos de Edimburgo. Pero, para nuestro asombro, aun habiendo llegado con tiempo de antelación no había nadie en el punto de encuentro. Decidimos esperar, revisar una y mil veces las instrucciones de la reserva, comprobar la fecha, la hora, el sitio… Y jamás apareció nadie. Pero, lejos de desanimarnos, decidimos ver High Street por nuestra cuenta, entrar a la Catedral de St Giles y tocar la estatua de David Hume. Otros días también hicimos más cosas gratis: visitar el Jardín Botánico (alimentando ardillas), la Scottish National Gallery, ver el Palacio de Holyrood por fuera y Calton Hill. Al Castillo de Edimburgo no entramos porque nos comentaron que el precio de la entrada no lo merecía.